No solo de estrellas como Phelps y Bolt y del dopaje vivirán los Juegos, que esperan aún una decisión definitiva sobre los nadadores rusos y algunas decenas de compatriotas. Hay historias de deportistas y otras personas que reflejan mejor incluso que las vidas de aquellos que batirán los récords deportivos la inagotable capacidad del ser humano para superar sus límites.

En Río, el banquero de los pobres, Muhammad Yunus, dijo a los del Comité Olímpico Internacional (COI) qué tenían que hacer para que el deporte y su negocio fueran un arma contra la pobreza en el mundo y Yusra Mardini, una nadadora siria, relató cómo acabó odiando el mar la noche en la que se paró el motor el bote en el que navegaba a Lesbos junto a su hermana y otros 30 refugiados de la guerra y ella, su hermana y otra mujer, se lanzaron al mar y nadando durante tres horas y media lo arrastraron y empujaron y lo llevaron a puerto. «Y mientras empujaba el bote, pensaba, «qué vergüenza si me muriera ahogada, yo, que soy una gran nadadora…», dijo Mardini hace unos días en conferencia de prensa en Río.

Los Juegos son un negocio, sí, les dijo Muhammad Yunus al centenar de miembros del COI que inauguran mañana la cita olímpica, pero hay negocios normales y negocios sociales. «Y a través del deporte tenéis la posibilidad de hacer algo más que dinero, podéis contribuir a la transformación de la sociedad y luchar contra la pobreza». A Yunus, el empresario de Bangladesh galardonado con el premio Nobel de Economía de 2006 por la creación del banco Grameen especializado en microcréditos, le había invitado el COI a impartir una conferencia magistral durante su sesión en Río justamente para eso, para saber cómo contribuir a la paz y a la justicia en el mundo, cómo abrirse a los necesitados. Al final de su discurso, muy aplaudido, curiosos los miembros del COI le acribillaron a preguntas, le aplaudieron entusiastas y le saludaron. El príncipe Alberto de Mónaco hasta se levantó de su asiento y corrió a abrazarle.

El barniz humano solaza a Thomas Bach, el presidente del COI, que busca reforzarlo desde que comenzó su mandato y que ha creado un equipo de refugiados que competirán bajo la bandera olímpica, demostrarán su valor y contarán sus historias de lucha y supervivencia. Lo forman 10 deportistas: dos nadadores sirios asilados en Europa, dos yudocas de la República Democrática del Congo acogidas en Brasil, cinco atletas de Sudán del Sur que viven en un campo de refugiados en Kenia, donde les entrena la Fundación de la olímpica Tegla Loroupe, la jefa de misión del equipo en Río, y un atleta etíope que vive en Luxemburgo.

La historia más olímpicamente conmovedora y esperanzadora es la de Mardini, que tiene 18 años y nadará el sábado las series de los 100m mariposa. Mardini nació en Damasco, donde su padre era entrenador de natación. En 2012, a los 14 años ya representó a Siria en los Mundiales de Estambul en piscina corta, y en agosto de 2015, huyó de la guerra junto a su hermana, también nadadora. Atravesaron Líbano por tierra hasta Esmirna (Turquía), donde se embarcaron a Lesbos, en Grecia. Por tierra, semanas después, llegaron a Berlín, donde ella se entrena dos horas diarias antes de las clases de bachillerato, que empiezan a las siete de la mañana, y también por la tarde. «Al poco de estar en Berlín fui a un club de natación y dije, «hola, soy nadadora, ¿me podéis ayudar?» No tenía ni bañador ni gorro de baño. Me hicieron una prueba de nivel y me aceptaron. Ahora son como mi familia».

Mardini admira a Michael Phelps y cree que una persona sin sueños es un cuerpo sin alma y su compatriota Rami Anis, también nadador del equipo de refugiados, añade que los refugiados no conocen la desesperación, porque su voluntad es de hierro. «Representamos a personas oprimidas que viven en la injusticia. Queremos que terminen las guerras y las masacres para poder competir bajo nuestra bandera. Nada nos importa más que nuestra tierra», dijo Anis, de 25 años, especialista en 100m libres y 100m mariposa.

En 2011, Anis huyó de las bombas y los secuestros de Alepo para irse a vivir con su hermano a Estambul. En Turquía no le dejaban competir, por lo que se lanzó en bote hacia Grecia, camino de Bélgica, donde tenía familia y donde vive y pronuncia frases que podrían formar parte de la Carta Olímpica: «La tristeza de la guerra no puede con el espíritu deportivo».

Sobre El Autor

Periodista: director de los programas El Café Mañanero y Latino Deportes de Latino FM.