El colombiano Rigoberto Urán, subcampeón del Tour de Francia que terminó este domingo, tiene a sus espaldas una historia de superación impresionante. Su sonrisa en el podio bajo el Arco  del Triunfo en los Campos Eliceos de París al lado del ganador de la ronda gala Chris Froome y Romain Bardet (tercero), es el resultado de muchos años de esfuerzo que se han visto recompensado cuando el mundo del ciclismo, incluso él, menos se lo esperaba.  La siguiente es una crónica sobre la vida de este extraordinario deportista, que con motivo de la noticia,publica la revista Semana de Colombia.

Urrao es un pueblo mínimo del suroeste de Antioquia, erguido con sus pocas cuadras y una iglesia amarilla de gran torre en un valle de la cordillera occidental. La iglesia está en el parque principal. La iglesia constituye al pueblo. Sin religión no hay pueblo. Rigoberto Urán era un muchachito flaco y motilado al rape, los pelos monos, la vivacidad de un humorista paisa, y en ese parque vendía chance con su mamá Aracelly; continuaban con el oficio heredado de su padre, que murió en agosto de 2001 cuando salió a montar en bicicleta con unos amigos y los paramilitares lo interceptaron en el camino, le dijeron que necesitaban a un arriero para sacar el ganado robado de una finca, don Rigoberto se negó, lo mataron.

Urrao era un municipio como tantos antioqueños: sus guerrilleros, sus paramilitares, sus campesinos en medio de todo. Después de la muerte de su padre, el pequeño Rigoberto se hizo cargo de ayudarle a su madre, pero era muy mal vendedor de chance y nunca vendió un número ganador, no tenía la malicia del padre, que sabía combinar números, convencer al cliente de que el azar le podía caer encima con varios millones entre las manos.

Meses antes de morir, el padre le enseñó a Urán a montar en bicicleta y le inoculó una disciplina, aunque el muchacho quería ser futbolista, deporte para el que nunca demostró talento, parecía que tuviera dos pies izquierdos: no hacía un gol, se enredaba con sus propias rodillas.

Tres meses después de la muerte del padre, Urán participó en su primera competencia: la prueba contrarreloj de la clásica de Urrao, recorrió tres kilómetros en tres minutos y medio. Cruzó la meta con una pantaloneta maltrecha, con un casco que le daba vueltas sobre su cabeza, con una camiseta que no parecía para un uniforme, que le quedaba grande, con la bicicleta pesada que un tío le había regalado. Ganó. Así fue como pasó Club de Bicicletas de Urrao al club Orgullo Paisa. Así empezó la disciplina: montarse en una bicicleta por horas para intentar llegar primero.

Las pocas veces que Urán ha hablado de su padre, dijo: “Yo inicié a montar en bicicleta en 2001, un tío me regaló la bicicleta, inicié con ropa normal y el sábado había una contrarreloj y le gané a todos con ropa normal y ya iniciaron unos años muy buenos para mí aquí en Colombia, cuatro años. Ganaba casi todas las carreras que competía y ya me dijeron que competir en Europa, con 19 años. Han sido años maravilloso en Europa. Mi papá fue el que me inició en el ciclismo, me dijo que hiciera algo productivo”.

 

Por esa época Urán hacía recorridos de entrenamientos que dejaban sus músculos molidos y que hoy parecerían un chiste: iba a veredas, a corregimientos y de cuando en vez pedaleaba hasta Concordia o hasta Salgar, montaba máximo 70 kilómetros. Hoy puede hacer 170 kilómetros en un día de entrenamiento sobre la bicicleta, hace 28.000 kilómetros al año.

En Colombia los ciclistas se hacen ciclistas porque querían ser productivos, porque veían en la bicicleta un medio de transporte, un medio de trabajo, nunca una diversión. Los niños asmáticos —como Urán— nunca buscaron la diversión en una bicicleta.

Pablo Arbeláez es periodista, estuvo en todas las grandes competencias europeas de ciclismo escribiendo crónicas para el diario El Colombiano. Es amigo personal de entrenadores, ciclistas, directores de equipos y todos lo consideran generoso y con el ojo de un profeta.

Arbélaez vio, por ejemplo, el futuro de Mariana Pajón y de Fernando Gaviria, también vio el de Rigoberto Urán. “Yo conocí a Urán cuando vendía chance con su mamá en Urrao, a su papá lo asesinaron y él con su mamá se dedicó a sacar adelante su casa. Rigoberto en el pueblo era la combinación de montar en bicicleta y vender chance. Aquí ha habido dos pelaos que han sabido rebuscarse, uno fue Marlón Pérez, que nació en Támesis, y Urán. Marlón se llevó a Urán para Europa. Urán corrió muy poco en Colombia. Yo tengo un recuerdo de Rigoberto, estábamos sentados en el parque de Sabaneta y él acababa de llegar de la Vuelta del Porvenir y de la Juventud y me dio la noticia de que se iba para Europa y apenas tenía 19 años para Europa. A los pocos meses ganó una etapa de la vuelta a Suiza. Tuvo una figuración muy rápida. Si hoy tenemos lo que tenemos, un futuro en el ciclismo, se le debe a Rigoberto, por él volvieron a creer en nosotros. Muchos de los que hoy vemos brillar fueron recomendados de Rigoberto”.

Un recorrido muy rápido diría que en 2004 y 2005 ganó la Vuelta del Porvenir de Colombia; que en 2007 ganó la primera etapa de la Bicicleta Vasca, la primera etapa de la Vuelta a Suiza y quedó de segundo en el campeonato colombiano de contrarreloj; que en 2012 se llegó primera en la primera etapa de la Vuelta a Cataluña, obtuvo la clasificación de los jóvenes en el Giro de Italia, fue segundo en el campeonato Olímpico de Ruta y ganó el Giro del Piamonte; en 2013 fue segundo en el Giro de Italia y ganó una etapa, hecho que repitió calcado en 2014; en 2015 ganó el Campeonato de Colombia Contrarreloj y el Gran Premio de Quebec. Y ahora, en 2017, le está disputando de tú a tú el Tour a Chris Froome.

La carrera de Urán en Europa ha sido deslumbrante, como la de pocos. Y sin embargo, él mimo ha dicho: “Uno acostumbrado a vivir acá en Antioquia, a que no le falte nada, y llega uno allá y primero se encuentra con ese clima, y yo llegué en invierno, por eso los primeros años fueron difíciles, mientras uno se adapta. Y ahora cuando termino las carreras, lo que más quiero es regresar a la casa”.

Sucedió que en la tercera carrera que Urán corrió en Bélgica sufrió un accidente difícil: perdió el conocimiento, se fracturó la clavícula. Lo operaron y lo enviaron para donde una familia en Italia. Apenas se podía mover y no sabía nada de italiano, la familia lo recibió como un hijo. Él se llama Beppe —57 años, hoy—, ella se llama Melania —52 años, hoy—, dos fabricantes de maletas a quienes desde entonces se les ha conocido como la familia italiana de Rigoberto Urán y quienes han atendido otras lesiones, como las fracturas de codos y pulso, que lo inhabilitaron para lo cotidiano. Viven en una misma casa, Urán en el primer piso, ellos en el segundo. Lo acompañan a todas las carreras, viajan en carro por el norte de Italia durante los entrenamientos o para hacer entregas de maletas por pedidos.

Pero siempre está su madre, Aracely, que mantiene con el Credo en la boca porque cuando se ha enterado de las caídas de su hijo sabe descomponerse, entrar en preocupaciones que lentamente se deslizan en depresiones. “El día anterior a las competencias suelo hablar con mi familia. Mi mamá me dice ‘hágale con cuidado, con despacio, que no se vaya a caer’”, pero Urán no puede hacerle caso.

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Después de las sorpresas en el Giro de Italia y de la medalla Olímpica, Rigoberto Urán se convirtió en una celebridad, en una hacedor de clics en las redes sociales, en una publicación constante. Entonces en los carros empezaron aparecer calcomanías de calaveras rosadas, con las letras “RU” invertidas. Urán se dio cuenta de que el deporte no dura siempre.

“La empresa de Rigo nace hace tres años fruto de una idea que les surgió a Rigo y a Michel —su novia—, por esa época Rigo era un personaje bastante representativo del ciclismo colombiano. La gente quiere mucho a Rigo y se vio una oportunidad de aprovechar su buen nombre y crear una marca para sus seguidores. Que alguien aficionado pudiera encontrar productos, prendas para el ciclismo o prendas urbanas para aficionados. Todo se volvió muy viral porque él empezó a entregar los productos que le pedían. Hace veinte días, antes de viajar a Europa, de nuevo hizo unas entregas en Medellín, en Bogotá y es una forma de agradecerle a la gente la afición, porque para una persona entrar a una página de internet y que llegue el mismo personaje a entregarle su compra, es lo mejor”, dice Juan David Escobar, quien hace todos los contactos con la prensa para Rigoberto, pero sobre todo es su amigo.

Si hay un punto de inicio de ese Rigoberto Urán mediático, divertido, que sabe exponerse en las redes, hacerle chistes a los periodistas, contestar preguntas simples como si estuviera hablando con sus mejores amigos, podría ser este: el Rigoberto vendedor. Su tienda empezó a crecer en Instagram, comentaba cosas como: “Mijo, ya voy a entregar las camisetas”. Años atrás era muy diferente, un reportaje de Noticias Uno en 2005 lo muestra serio, hablando lo justo, lo necesario, tenía 19 años y estaba montado en el papel de adolescente que apenas se libera de la receta para ser un gran adulto.

Con las respuestas a periodistas durante el Tour de Francia 2017 —“Yo que voy a saber, guevón”, “Usted no sabe lo que es nea? Ah, este man sí está muy quedao”— empezó a reconocerse mucho más ese papel de Rigoberto, entonces su Instagram se volvió una cantera: fotos atizando el carbón para asar chorizos, de sus fiambres de fríjoles y chicharrón empacados en coca plástica, sus labores en Urrao moliendo maíz, ayudándole a su abuela a buscar señal para el celular, tocando guitarra con músicos de pueblo, buscando el beso de una niña cuando era una adolescente mientras sus amigos celebraban el final de una carrera. “Rigo es muy espontáneo, muy natural, y eso es lo que le gusta a la gente de él”, dice Escobar.

Así que en este Tour primero fueron las respuestas ingeniosas, muy paisas y luego estuvo la carrera, la seriedad del ciclista, su condición. Sus dos últimos años no habían sido muy buenos y en la prensa había quedado relegado, se creía que ya estaba muy adulto, que ya su carrera estaba jugada. Pero no. “Rigoberto ha tenido unas situaciones de tipo médico con las que ha batallado, y es que las estaciones en Europa le han dado duro, sobre todo por polen de las plantas que tanto prolifera, lo que le termina dando alergias. A él la gente y la prensa no lo han entendido. Alguna vez me dijo que era muy duro para él, por eso le da fiebre, malestar general, mucha congestión. En 2016 corrió un Tour en esas condiciones. Él este año quería cambiar un poco su calendario de competencias y mirar más las clásicas, porque se estaba dando cuenta que le rendían mucho más las competencias de un día. Después de eso Canondale se dio cuenta de que estaba en un buen momento y lo nombraron líder del equipo para el Tour. Vemos que no estaban equivocados”, dice Arbeláez.

Faltaba un día para que viajara a Europa para el Tour y después de muchas llamadas, de muchos contactos, Rigoberto Urán contestó el teléfono. Se disculpó. Dijo: “Hermano, qué pena, es que he estado muy ocupado entrenando. Vos ya te imaginarás cómo es de duro esto. Cuadremos a ver si hablamos de alguna manera desde Francia, aunque va a ser muy duro. Me he estado preparando para la competencia y tengo esperanzas, tengo ilusión”. Eso dijo Rigoberto Urán.

 

Sobre El Autor

Periodista: director de los programas El Café Mañanero y Latino Deportes de Latino FM.